Cuando la caries dejó de ser invencible
Durante siglos, la caries fue una sentencia de muerte para cualquier diente. Las piezas afectadas debían extraerse; se fracturaban a causa de esta infección o el intenso dolor hacía insoportable conservarlas.
Sin embargo, en 1871 la situación cambiaría, cuando el odontólogo norteamericano James Beall Morrison patentó su “máquina dental”.
El dispositivo consistía en un brazo móvil y un taladro de mano que giraba impulsado a través de una correa accionada por un pedal.
Gracias a este invento, los dientes pudieron perforarse para quitar la caries y posteriormente reconstruirlos con un empaste.
Aunque las intervenciones dentales tomaban varias horas –el taladro giraba a unas 800 vueltas por minuto, si se mantenía al ritmo de una pedalada por segundo-, este invento revolucionó la práctica odontológica.