Los dientes, un cuantioso botín de guerra
Un combate librado por el ejército francés, al mando de Napoleón Bonaparte, contra las tropas británicas, holandesas y alemanas, el 18 de junio de 1815, en Bélgica, resultó una gran oportunidad para hacerse de los dientes de unos 100 mil soldados caídos.
Así, concluida la famosa Batalla de Waterloo, legiones de saqueadores se desparramaron entre los muertos para arrancarles los dientes a fin de venderlos a dentistas y otros fabricantes de dentaduras postizas, sobre todo en Reino Unido.
A partir de este hecho, a esas prótesis se les conocerían como “dientes de Waterloo” y se cotizaban en el equivalente a unos 150 dólares de hoy. Muy pocos podían pagarlas.
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