La epidemia de mandíbula
Durante los últimos siglos los seres humanos comenzamos a vivir una epidemia de dientes torcidos a causa de la reducción de la mandíbula.
El espacio en la cavidad bucal es en muchas ocasiones insuficiente para los últimos molares (muelas del juicio), los dientes brotan amontonados y las vías respiratorias se constriñen suscitando problemas de sueño.
Cada vez más, los niños roncan y, como muchos adultos, sufren apnea obstructiva del sueño (cese temporal de la respiración), la cual suele relacionarse con mandíbulas estrechas, incapaces de albergar la lengua adecuadamente.
Los tratamientos de ortodoncia han proliferado. Un número cada vez mayor de personas sufre dolor facial conectado a sus mandíbulas. Los problemas de mordida también son comunes.
Además, las revoluciones agrícola e industrial han producido músculos de la cara y la orofaringe menos tonificados, lo cual contribuyen a estos problemas de salud.
El origen de los cambios no radica únicamente en la dieta. Ya no cazamos ni recolectamos para subsistir. La forma en que las personas ahora mueven sus mandíbulas para hablar o comer y en especial cómo las sostienen al dormir, resulta diferente por completo a la de nuestros antepasados, porque funcionamos y descansamos de otra manera.
Las causas profundas de estos problemas se remontan a cientos de miles de años, cuando el cráneo de los homínidos evolucionó hasta convertirse en el moderno Homo sapiens.
De esta manera, la ciencia en general, y la odontología en particular, se encuentran frente al enorme reto de desarrollar terapias capaces de superar estas modificaciones corporales que han llegado con el progreso de nuestra civilización.
Fuente: La epidemia de mandíbula: reconocimiento, orígenes, curas y prevención Sandra Kahn, Paul Ehrlich, Marcus Feldman, Robert Sapolsky y Simon Wong
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