La porcelana en la odontología
Hasta finales del siglo XVIII, las prótesis dentales se hacían con marfil, dientes de hipopótamo, de oso, de buey e incluso de seres humanos.
Las dentaduras artificiales absorbían las secreciones orales. Tarde o temprano cambiaban de color o despedían olores y sabores desagradables. También podían transmitir enfermedades.
En 1774, el químico francés Alexis Duchetau concibió la posibilidad de fabricar dientes de porcelana para reemplazar los materiales empleados entonces en las prótesis.
Duchetau usaba una prótesis removible de marfil de hipopótamo. Debido a su trabajo, en el que debía degustar preparaciones médicas, ésta se teñía y contaminaba con sabores que prevalecían por días. No era una experiencia agradable.
En cambio, la porcelana -compuesta de caolín, feldespato y cuarzo-, no cambia su color, no guarda sabores y puede permanecer inalterada por años.
Durante 1774 Duchetau se asoció con el fabricante de loza Monsieur Guerhard y juntos emprendieron un largo proceso para crear una dentadura postiza de porcelana cómoda, hecha a la medida y con apariencia natural. Luego de varios intentos lo lograron.
Así llegó este versátil material a la sonrisa de millones de personas.