Perforar para curar, los taladros en odontología
Hace miles del años, el ser humano descubrió que las perforaciones en dientes podían llevar al alivio de algunos problemas de salud bucal y así surgieron los primeros taladros dentales.
En la cultura del valle del Indo que floreció al noroeste de la India entre el 3300 a.C. y 1300 a.C., ya se practicaban tratamientos odontológicos a través de instrumentos rotatorios capaces de horadar un diente hasta 3.5 milímetros de profundidad.
Los taladros dentales se han utilizados para la ornamentación dentaria, eliminar caries, moldear estructuras como empastes o coronas. Los primeros instrumentos de este tipo alcanzaban las 15 revoluciones por minuto.
Fue el odontólogo británico George Fellows Harrington quien en 1864 inventó un taladro de cuerda -el mecanismo resulta similar al empleado en relojería- que superaba en velocidad y practicidad a los usados hasta ese momento (foto).
Sin embargo, este instrumento quedaría obsoleto en 1868, cuando el estadunidense George F. Green presentó un taladro neumático accionado con pedal de fuelle y, posteriormente, en 1875 patentó una versión eléctrica que revolucionaría la práctica de la odontología para siempre.
Así, para 1914, los taladros dentales podían alcanzar velocidades de 3000 revoluciones por minuto.
En la actualidad, la broca de este instrumento puede girar hasta las 500 000 revoluciones por minuto.