“En mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”
- Miguel de Cervantes Saavedra
En el prólogo de las “Novelas ejemplares”, Miguel de Cervantes al describirse a sí mismo dice: “Los dientes, ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos”.
Imaginemos lo complicado y doloroso que debió haber sido para el autor del Quijote, igual que para muchas personas en aquella época, el perder paulatinamente la mayoría de sus piezas dentales hasta llegar a disponer de sólo seis de ellas, quizás en no tan buen estado debido a la escasa higiene bucodental que predominaba entonces.
El propio Miguel Cervantes, quien para mayor referencia nació en 1547 y murió en el año de 1616, nos cuenta en algunas de sus páginas sobre el neguijón -enfermedad de los dientes que, los carcome y pone negros- y el reuma, dos dolencias dentales hoy conocidas como caries y placa infecciosa, respectivamente.
Durante esos años, se decía, la caries era causa de un gusano invisible al que se le combatía con la punta de una aguja puesta al fuego. Mientras el reuma dental –gingivitis-, era debido al proceso inflamatorio.
Los tratamientos a estas dolencias los aplicaban los barberos, quienes lo mismo afeitaban que extraían muelas y aplicaban sanguijuelas, sin más instrumentos que filosas navajas y toscas pinzas.
Demos gracias a Dios o al destino el que nos haya tocado vivir en un tiempo de importantes adelantes clínicos para el cuidado de nuestra dentadura, porque como lo dijera el gran Cervantes: “Una boca sin muelas es como un molino sin piedra”
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